Sexo, mentiras y verdades en las relaciones a través la pantalla
A propósito de un artículo que leí hace unos meses en Página 12:
Hace algo más de cuatro años publiqué "Amores en red", un libro sobre las relaciones afectivas en Internet. Por entonces todavía muchas personas se "escandalizaban" de la posibilidad de conocer a alguien a través de la pantalla de una computadora. Hoy en tiempos de redes sociales, la web es vista como un espacio social más, en el cual se pueden hacer y mantener relaciones de todo tipo. La ausencia del cuerpo se ha naturalizado. Aunque aún hay quienes preservan su identidad en el anonimato, las máscaras empiezan a caerse y cada vez es más habitual que los cibernautas nos identifiquemos en la red con nuestro nombre y apellido. El pudor por preservar espacios privados va dejando paso a la exhibición pública de la intimidad. Actividades, ideas, sentimientos y deseos son expuestos en la pantalla, incluidas inclinaciones, gustos y pulsiones sexuales de todo tipo
¿Transparencia verdadera?
Hace un par de años, Christian Ferrer publicó un artículo en el que, inteligentemente, planteaba que en los blogs "el contenido raramente confirma otra cosa que no sea la apoteosis y el espectáculo del "yo", esa antigua muletilla de la vanidad y el narcisismo. Internet podrá parecerse a una galería de espejos deformantes, pero la retórica circulante se remite a un pronombre personal" ("Blogs o el fenómeno del yo", Clarín 30/01/2008)
Contar todo compulsivamente nos aleja del disfrute, al menos tal como lo entiendo. Compartir no implica revelar todo. En tanta pretensión de "realidad" la verdad se hace "no verdadera". Así la vida cotidiana se va tiñendo de ficción y la ficción, quizás como fue siempre, se va entremezclando con lo real, entretejiendo modalidades de relación interpersonal en que la construcción simbólica del Otro puede prescindir del cuerpo ausente.
Hace algo más de cuatro años publiqué "Amores en red", un libro sobre las relaciones afectivas en Internet. Por entonces todavía muchas personas se "escandalizaban" de la posibilidad de conocer a alguien a través de la pantalla de una computadora. Hoy en tiempos de redes sociales, la web es vista como un espacio social más, en el cual se pueden hacer y mantener relaciones de todo tipo. La ausencia del cuerpo se ha naturalizado. Aunque aún hay quienes preservan su identidad en el anonimato, las máscaras empiezan a caerse y cada vez es más habitual que los cibernautas nos identifiquemos en la red con nuestro nombre y apellido. El pudor por preservar espacios privados va dejando paso a la exhibición pública de la intimidad. Actividades, ideas, sentimientos y deseos son expuestos en la pantalla, incluidas inclinaciones, gustos y pulsiones sexuales de todo tipo
¿Transparencia verdadera?
Hace un par de años, Christian Ferrer publicó un artículo en el que, inteligentemente, planteaba que en los blogs "el contenido raramente confirma otra cosa que no sea la apoteosis y el espectáculo del "yo", esa antigua muletilla de la vanidad y el narcisismo. Internet podrá parecerse a una galería de espejos deformantes, pero la retórica circulante se remite a un pronombre personal" ("Blogs o el fenómeno del yo", Clarín 30/01/2008)
Contar todo compulsivamente nos aleja del disfrute, al menos tal como lo entiendo. Compartir no implica revelar todo. En tanta pretensión de "realidad" la verdad se hace "no verdadera". Así la vida cotidiana se va tiñendo de ficción y la ficción, quizás como fue siempre, se va entremezclando con lo real, entretejiendo modalidades de relación interpersonal en que la construcción simbólica del Otro puede prescindir del cuerpo ausente.
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